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Sticky Fingers: Un poderoso espiral que atrae y atrapa

Sticky Fingers review

Ante un Teatro Caupolicán completamente lleno, la banda australiana Sticky Fingers demostró lo que es hacer un buen show, con diferentes matices que generaron la histeria y emoción de los fanáticos.

No muy a menudo, somos capaces de apreciar un concierto que contenga la unión de diferentes matices, ya que esto muy pocas veces es conseguido por las bandas, debido a que la atmósfera, ánimo y setlist deben sincronizarse de tal manera que genere un ambiente perfecto para ello. Lo anterior, fue justamente lo que sucedió con Sticky Fingers, cuya noche del martes 27 de septiembre pasó a la historia como una de las mejores presentaciones de la banda, dicho y afirmado por ellos mismos.

3, 2, 1… ¡El espiral comienza a girar!

El reloj marcando las 20:00 hrs de forma puntual, hacía su ingreso al escenario la banda chilena encargada de abrir este espectáculo, en donde se pronosticaba que nuestros cuerpos se dejarían llevar por la fuerza y energía del reggae. Con esta idea en mente, Malamen comenzaba a tocar sus primeros compases, introduciendo al público a un reggae suave y delicado, para ir calentando los motores poco a poco.

A medida que pasaban las canciones, la banda se sentía mucho más cómoda en el escenario, frente a un público que aplaudía de una forma muy cálida la presentación, al darse cuenta la calidad que tenía la banda. Debo decir que, Malamen estuvo a la altura de lo que se esperaba, ya que además de hacer igualmente reggae, su comprensión, humildad y buena música llegó a todos los rincones del Caupolicán, y eso se notó inmediatamente.

Asimismo, su sonido, profundidad y acordes que se enlazaban perfectamente entre todos los instrumentos, terminó por encender y conquistar la noche, tal como se esperaba de la agrupación, para recibir con la atmósfera bien cálida a los tan recordados Sticky Fingers. Particularmente, no había tenido la oportunidad de escuchar a Malamen en vivo, y debo decir que me sorprendieron de sobre manera, con unas canciones tan profundas como atractivas, en donde la melodía difícilmente se nos hacía indiferente, provocándonos mover el cuerpo y contagiarnos de su energía.

Atrapados y transportados a otra realidad

Después de aproximadamente 30 minutos de concierto de Malamen, era el turno de la banda esperada por todos, los genios de Sticky Fingers, que dejarían todo en el escenario para comprobar que su pasión por lo que hacen los han llevado a lo más alto, y vaya que lo lograron.

Comenzaron exactamente a las 21:20, hrs, 20 minutos tarde de la hora presupuestada, algo que, por supuesto debemos criticar, ya que en estos tiempos y con toda la tecnología existente, no es justificable atrasos en los shows. Olvidando esto, finalmente se apagaron las luces y comenzó a sonar a todo volumen Enter Sandman de Metallica, como canción introductoria del espectáculo, en donde ya se podía sospechar que sería un concierto cargado de energía, y vaya que lo fue.  

La entrada de la banda fue estrepitosamente ruidosa por los gritos y aplausos de los fanáticos, que gritaban una y otra vez Sticky Fingers. Su entrada estuvo marcada, como de costumbre, por la energía alocada de los integrantes, quienes salieron con sus características vestimentas, menos uno. El tecladista, Freddy Crabs, salió casi desnudo a tocar su instrumento, con balones de futbol como regalo al público. Fue un momento de mucha risa, locura y energía, tremendos.

Comenzaron de una forma muy fuerte, directa al grano, transmitiendo una energía realmente vibrante, a tal punto que el público encendió en cuestión de segundos, saltando, gritando y coreando las canciones. Su mezcla de reggae/fusion con rock es tremendamente atractiva, dado que sus canciones te conducen por una travesía sonora llena de sensaciones, perdiéndote en el horizonte. Justamente esta descripción, es lo que viví en todo el show, en donde los sonidos, euforia y toda la atmosfera te hacía viajar a otra dimensión, guiándote solo por los acordes de las canciones. Increíble sentimiento.

Creo que esto es lo más poderoso que tiene este tipo de géneros musicales, te pierdes en un espiral sin retorno en donde tus emociones se liberan por completo. Justamente, el Teatro Caupolicán sintió eso, y quedó demostrado por el vaivén que vivieron los asistentes, entre la euforia, las baladas y la profundidad de las guitarras. Sin dudas, un increíble viaje lleno de matices, que se hacían sentir canción tras canción, avanzado muy cómodamente a lo largo de todo el setlist.

En cuanto a los aspectos técnicos, debo decir que el concierto fue perfecto. No se sintieron errores audibles al menos en ninguna parte del show, quizás las ecualizaciones de los instrumentos al comienzo estaban un poco descuadradas. Se podía percibir muy fuerte algunos instrumentos sobre otros, pero con el pasar de las canciones, esto se fue mejorando, resultando todo muy bien. Después de una buena dosis de temas, llegaba la hora del encore, uno que debía realizarse para que los músicos descansaran, se sacaran sus chaques y continuaran con dos tonadas más.

La canción inmediata después de este receso fue el tema más power de todo el espectáculo, ya que la euforia y éxtasis se apoderaron de todo, a tal punto que el vocalista tiró su guitarra y se lanzó sin pensarlo al público, generando la histeria de todos, quienes lo hacían navegar de vuelta al escenario.

Posterior a este tema y lapsus de energía máxima, se hacía presente la última canción, una más lenta para calmar los ánimos y despedirse tranquilamente, muy agradecidos por todo el cariño recibido, asegurando que Chile era el mejor país de la gira. No sé cómo haya sido en los otros países, pero lo vivido la noche del 27 de septiembre en el Teatro Caupolicán fue algo de otro mundo, algo de otra dimensión.

Fotos por: @el.eme

Produce: Lotus.